Fué como lanzar piedritas que forman ondas en el agua. Nunca supe esactamente qué pensar de él. Creí que le gustaba, aún lo kreo, pero es probable que eso haya cambiado. Hablar con Emilio me cuesta pensar cincuenta veces lo que le voy a decir.
No sé como voy a empezar pero seguro que lo haré mejor que en cualquiera de los diálogos imaginarios antes de dormir, que con las letras rosas de mi diario o frente a itzel y las carcajadas.
Desde que me planteó la interrogante busqué el momento para responderle pero ya no volvió, él dijo "sabelo y cuando lo sepas me lo dices".
Aún no lo sé, esa es la única verdad. No sé cuales son mis intenciones con él, sólo sé que me gusta y tengo miedo de decirle, de lanzar la última piedrita y quedar agachada, mirando el desvanecer de las ondas con que inquirió en el agua,
cristalina.
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