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pròximamente mi SEGUNDO CUENTO PORNO
no se lo pierda!!

En èste breve texto se reclama a la decidia utilizando como sinècdoque el monosìlabo "do", y que esconde quizà la identidad de su ocupación, por ejemplo, al unirle con su yuxtapuesto "ni-do", lo que reafirma con la palabra oìdo, parte central del palindròmico párrafo que desenmascara la función de la decidia en una manera un tanto intuitiva al hacer uso de la palabra "olido".
Mi primer palìndromo:

¿o ni do?,
¡o dilo!:
-Odio oìdo, olido-
o dì no.

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¿sàbes que estoy tratando de decirte?
digo que trato de saber que estoy
dices saber estar
tratar al menos
de decir que
entre màs tratas
de estar por ejemplo
de saber
de decir-
me-no s-aves...

Ayer te dibujè y asì reafirmè la perfección de tu rostro, ahora sè que la trama entre tus ojos y tus labios o tus cejas consiste en algo que va màs allà de lo que la estètica pudiese trazar. La simetría entre los pliegues cuando tu gesto se debe tlvez a ese garbo ya deporcì en cada guisa. ¿sàbes cuàntas veces borrè y volví a observar?, ¿Cuàntas me embelecè con el arco que respinga en tu narìz?, con el desemboque del ovillo paralelo al parpado que se alinea con el borde de tu labio. El juego que entrañan las lìneas de tu cara es un càlculo màs exacto que estètico, quizà màs lo segundo que lo primero, quizà nunca debì mir arte.

Cuando escribo tu nombre te imagino con màs edad, con otro sexo y caminando con paraguas en una calle de otra època, me gusta verte dudando la hora bajo el arco del edificio, luces atractivo cuando te miras la muñeca. A veces no importa tu sexo, ni siquiera tu nombre, suelo confundir cosas y cambiar nombres, jugar a saber algo que desconozco, engañarme y volverlo todo complicado, no saber si te conozco y acaso te aguarda el inconsciente, pensar que te conozco aunque en realidad no se, si se quien seas.

me gusta pensarte y patear un bote al caminar.

Hoy me duele la cabeza. He estado asì desde la mañana, con la cara pàlida y las manos frìas. Mañana cuando despierte me voy a acordar de prohibirme pensar en tì y cada que me acuerde de tu cara la suplirè por un tono gris, cuando no sea tu cara sino palabras que involucren tu risa o tu nombre recordarè lo incòmodo que era sentarme a tu lado y soportar tu nimiedad, si acaso fuera el ansia de verte la ignorarè tanto que algún dìa ansìe recordar que era aquello que me obligaba a evitar.

Tres de noviembre, año dos mil siete.

Mi cajita del olvido.

Talvez asì debìa ser, porque siempre lo intuí.

La segunda ocasión que te vì supe que eso no iba a funcionar pero me quedaba la duda, la intriga, ese fuè mi error. El ùltimo secreto que tenìa guardado justo cuando me lo preguntaste era que, la canciòn que sonaba de fondo mientras te escuchaba recargada en el auricular la habìa hecho pensando en tì, que la noche anterior se me fueron las horas pensàndote y jugando con el piano, lo acariciaba, le cantaba tiernamente, cual si fuese la piel de tu rostro.

Olvidè que no te gustan la caricias en la cara. En la mìa en cambio, ayer se notaba que habìa estado triste, papà se diò cuenta mientras me mirò cortar el pasto, dice èl que eso le hace a uno sentirse mejor. Yo no entendìa por què, dijo que se debe cortar antes de rebasar los diez centímetros de altura, que si se deja crecer guarda humedad y que eso daña sobre todo a alguien que como yo es alèrgico. Algo asì debiò ser, que en alguna parte de mì, guardaba la humedad de aquello que no debì dejar crecer, por eso quise dejar de verte, porque siempre supe que no estaba apta para algo asì, que era como estar cerca durante el crecer del pasto y màs allà de cien milìmetros de profundidad, que eran como trozos de hierbitas que debìa cortar.

El ùltimo secreto que tengo hasta èste momento es el ùnico que no escribì para aquella cajita de secretos de la que te contè. Olvidè decirte que tambièn tengo una caja del olvido.