Höstsonaten
Tú me decías que no apartara los dedos abandonándose entre sí, que no había silencio, que en esa permanencia radicaba la profundidad.
Ahora ya no hablas pero no me parece extraño, siempre fuiste más de lo que pudieses decir, quizá porque no hablar era nuestra forma, o porque al hablar nos desconocíamos. No conozco palabra más que ese símbolo al que obedecíamos, al que no cabía mencionar, el que nunca conseguimos explicar más que al verbo que fraguaba mientras perdíamos la noción, perdíamos nuestros cuerpos y hallábamos Amaya.
No es otoño
No hay sonata
Tu voz, también podría negarla y al hacerlo quizá te encontraría.
(A Rasék perdido en el silencio que no existe, perdido).
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